CODIGO DE CONDUCTA PARA UN DISCIPULO DEL ESPIRITU SANTO
La Palabra, marzo 1986
Está consciente siempre que aspiras a la plena expresión de Dios, y de todo tu ser a su servicio para este fin - expresado
tan bien el Primer Mandamiento.
2
Aprende la lección de ser inofensivo; ni por la palabra ni en pensamiento ni en sentimiento inflijas mal sobre ninguna parte
de la vida. Sabe que la acción y la violencia física son solamente
una parte menor del pecado de la expresión dañina.
3
No remuevas el mar de emoción de un hermano, inconsciente o deliberadamente. Sabe que la tormenta que colocas en su espíritu, tarde o temprano fluirá a orillas de tu propia corriente de vida; más bien trae tranquilidad a la vida; y sé como el salmista lo dijo: ”El aceite sobre las aguas turbulentas.”
4
No te asocies con la ilusión personal. Nunca permitas que la auto justificación revele que te amas a ti mismo más que a la
Armonía del Universo. Si tienes razón, no hay necesidad de aclamarla; si no ora por el perdón. Vigilándote a ti mismo encontrarás
las subientes mareas de la indignación entre las más sutiles
sombras en el sendero de la Rectitud, llamada la ‘auto-rectitud’.
5
Camina suavemente a través del Universo - sabiendo que el cuerpo es un Templo en el cual mora el Espíritu Santo que trae
la Paz y la Iluminación a la vida en todas partes. Mantén tu
Templo siempre de una manera respetuosa y limpia como
convenga a la habitación del Espíritu de la Verdad. Respeta y
honra, en suave dignidad a todos los otros Templos, sabiendo
que muchas veces dentro de un crudo exterior arde una mayor
Luz.
6
En la presencia de la Naturaleza, absorbe las bellezas y los regalos de Su Reino en suave gratitud. No la profanes a Ella con
pensamientos o emociones viles o por actos físicos que despojen
Su belleza virginal.
7
No formes ni ofrezcas opiniones a menos que seas invitado a hacerlo, y luego hazlo solamente después de la oración e invocación silenciosa para pedir orientación.
8
Habla cuando Dios quiera decir algo a través de ti. Por lo demás quédate pacíficamente silencioso.
9
Haz que el ritual de tu vivir sea observar las reglas de Dios, en forma tan desapercibida que ningún hombre sepa que aspiras
a la Santidad, para que la fuerza de su voluntad externa no sea
contra ti, o para que tu servicio no sea impregnado con el orgullo.
10
Deja que tu corazón sea un canto de gratitud porque lo Más Alto te ha dado a su cuidado el Espíritu de la Vida que, a través
de ti, desea ensanchar los bordes de Su Reino.
11
Está alerta siempre para usar las facultades y regalos prestados a ti por el Padre de toda Vida, de una manera que
extienda Su Reino.
12
No demandes nada para ti mismo, ni poderes ni principados, no más que el mismo aire que demandas para respirar - o el Sol;
usándolos libremente, pero sabiendo que Dios es dueño de todo.
13
En la palabra y en la acción sé suave, pero con la dignidad que siempre acompaña la Presencia del Dios Viviente que está
dentro del Templo.
14
Constantemente coloca todas las facultades de tu ser, y todo el desarrollo interno de tu naturaleza a los pies de Dios,
especialmente cuando tratas de manifestar la Perfección hacia
alguno afligido.
15
Permite que tus lemas sean la suavidad, la humildad, y el servicio amoroso, pero no permitas que la impresión de humildad
sea tomada por el letargo. El servidor del Señor, como el Sol en
los Cielos, está eternamente vigilante y constantemente irradiando
los regalos que están a su particular cuidado.
El Maha Chohan
Revista La Palabra, LAINEC, Octubre 1998 Pág.10
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