lunes, 9 de octubre de 2017

CODIGO DE CONDUCTA PARA UN DISCIPULO DEL ESPIRITU SANTO

La Palabra, marzo 1986

1

Está consciente siempre que aspiras a la plena expresión de Dios, y de todo tu ser a su servicio para este fin - expresado tan bien el Primer Mandamiento.


2

Aprende la lección de ser inofensivo; ni por la palabra ni en pensamiento ni en sentimiento inflijas mal sobre ninguna parte de la vida. Sabe que la acción y la violencia física son solamente una parte menor del pecado de la expresión dañina.


3

No remuevas el mar de emoción de un hermano, inconsciente o deliberadamente. Sabe que la tormenta que colocas en su espíritu, tarde o temprano fluirá a orillas de tu propia corriente de vida; más bien trae tranquilidad a la vida; y sé como el salmista lo dijo: ”El aceite sobre las aguas turbulentas.”

4

No te asocies con la ilusión personal. Nunca permitas que la auto justificación revele que te amas a ti mismo más que a la Armonía del Universo. Si tienes razón, no hay necesidad de aclamarla; si no ora por el perdón. Vigilándote a ti mismo encontrarás las subientes mareas de la indignación entre las más sutiles sombras en el sendero de la Rectitud, llamada la ‘auto-rectitud’.


5

Camina suavemente a través del Universo - sabiendo que el cuerpo es un Templo en el cual mora el Espíritu Santo que trae la Paz y la Iluminación a la vida en todas partes. Mantén tu Templo siempre de una manera respetuosa y limpia como convenga a la habitación del Espíritu de la Verdad. Respeta y honra, en suave dignidad a todos los otros Templos, sabiendo que muchas veces dentro de un crudo exterior arde una mayor Luz.


6

En la presencia de la Naturaleza, absorbe las bellezas y los regalos de Su Reino en suave gratitud. No la profanes a Ella con pensamientos o emociones viles o por actos físicos que despojen Su belleza virginal.


7

No formes ni ofrezcas opiniones a menos que seas invitado a hacerlo, y luego hazlo solamente después de la oración e invocación silenciosa para pedir orientación.


8

Habla cuando Dios quiera decir algo a través de ti. Por lo demás quédate pacíficamente silencioso.

9

Haz que el ritual de tu vivir sea observar las reglas de Dios, en forma tan desapercibida que ningún hombre sepa que aspiras a la Santidad, para que la fuerza de su voluntad externa no sea contra ti, o para que tu servicio no sea impregnado con el orgullo.


10

Deja que tu corazón sea un canto de gratitud porque lo Más Alto te ha dado a su cuidado el Espíritu de la Vida que, a través de ti, desea ensanchar los bordes de Su Reino.


11

Está alerta siempre para usar las facultades y regalos prestados a ti por el Padre de toda Vida, de una manera que extienda Su Reino.


12

No demandes nada para ti mismo, ni poderes ni principados, no más que el mismo aire que demandas para respirar - o el Sol; usándolos libremente, pero sabiendo que Dios es dueño de todo.


13

En la palabra y en la acción sé suave, pero con la dignidad que siempre acompaña la Presencia del Dios Viviente que está dentro del Templo.


14

Constantemente coloca todas las facultades de tu ser, y todo el desarrollo interno de tu naturaleza a los pies de Dios, especialmente cuando tratas de manifestar la Perfección hacia alguno afligido.


15

Permite que tus lemas sean la suavidad, la humildad, y el servicio amoroso, pero no permitas que la impresión de humildad sea tomada por el letargo. El servidor del Señor, como el Sol en los Cielos, está eternamente vigilante y constantemente irradiando los regalos que están a su particular cuidado.

El Maha Chohan 
Revista La Palabra, LAINEC, Octubre 1998 Pág.10

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