LA AMADA KWAN YIN: 

LA VIDA DE SU PROPIA PRESENCIA DIVINA 

El Puente, Junio 1957

          “…en este Mundo Occidental, donde existe tanta incredulidad y aflicción, es un milagro real encontrar siquiera esta cantidad de corrientes de vida dispuestas, listas y ansiosas de aceptar Nuestros regalos de vida!

     ¡Ahora, amados seres, sólo por un momento – pensemos! Ustedes están recibiendo constantemente dentro de sus propios corazones (e irradian hacia fuera a través de su forma física y de los otros tres cuerpos inferiores etérico, mental y emocional). Esa vida es la esencia de su propia Presencia-Divina. ¡Es muy simple! Justamente lo que hacen con esa vida desde este momento en adelante determinará realmente lo que puede ser hecho por y a través de ustedes. Cada vibración destructiva de pensamiento, sentimiento, palabra hablada y acción – mediante la acción de la Ley del Círculo, regresa a ustedes para la redención. Si no fuera por la asistencia a ustedes de los Ángeles del Fuego Violeta Quienes constantemente guardan y asisten a todo aquel demandando esa Llama Violeta misericordiosa; así como también por las actividades de protección establecidas alrededor de ustedes al demandar sus Tubos de Luz, el impacto de sus propias energías calificadas destructivamente sería mucho mayor de manejar para ustedes.

       ¡En el Nombre y mediante el poder del Dios Todopoderoso, Poderoso Arturo, Amado Zadquiel y Santa Amatista! ¡A través de este cuerpo estudiantil ahora dirijan esas corrientes de amor perdonador que funden los errores del mal uso de la vida y ¡carguen! Y ¡carguen! Y ¡carguen! A través de las emociones, a través de la mente, a través de los éteres y a través de la estructura carnal de todas las evoluciones en la Tierra, sobre la Tierra y en Su atmósfera, este poder del Fuego Violeta que cambia la cualidad de la energía desde la oscuridad a la Luz!

       Pueda el Elohim de la Paz sellarles ahora dentro de Sus sentimientos de Paz Crística Cósmica ininterrumpida y sostener ese sentimiento de unidad!

Revista La Palabra, LAINEC, Julio 1993 Pág.13