LA AMADA CONSONANCIA: 

LOS COLORES CONSTRUCTIVOS Y SUS ASPECTOS BENEFICOS 

El Puente, febrero 1962

          “YO SOY” Consonancia, la Conductora de la Sinfonía Planetaria. Quien con el Amado Armonía, tiene la oportunidad alegre de familiarizar a la humanidad de nuevo con la recreación consciente que viene a través de la música y color constructivo.

          Como lo similar atrae lo similar en cualquier esfera, el color actúa como un magneto para el Ser Divino Cuya Radiación está vertiéndose durante cada período de veinticuatro horas.

            Esto es muy importante. El color por sí mismo está activo y emite una acción vibratoria que es conducente a la aceleración de los cuatro vehículos inferiores del hombre además de los Reinos Angélicos y de la Naturaleza cuando éste está en una posición y es un matiz constructivo.

          Los colores parduscos y negativos son la entremezcla de pensamientos, sentimientos, palabras y acciones negativas de todas las evoluciones que han usado la Tierra como un salón de clases y un individuo cuya propia aura sea afín con esa vibración, la crea y la sostiene.

         El hombre ha generado y ha vestido su alrededor con sustancia sombreada. Por razón de una similitud de vibración, él usualmente se rodea él mismo y su medio ambiente con estas cantidades de matices de colores negativos.

          El primer paso hacia el cambio del aura hacia una más positiva, balanceada, alegre y armoniosa, es conocer los colores con los cuales él mismo se rodea. Un inventario verdadero e impersonal revelará al chela serio el aura invisible que él mismo se ha creado. El entonces deseará cooperar con el Plan Divino al usar más colores positivos, con su radiación acompañante. Colores claros, nítidos y positivos siendo inteligentes y activados por los Seres Divinos Quienes los dirigen hacia la Tierra pueden servir como conductores de las Cualidades Divinas requeridas por el individuo para purificar el aura, iluminar la mente y elevar al individuo fuera de la inercia y depresión hacia la LUZ!

Revista La Palabra, LAINEC, Marzo 2000 Pág.17 -extractos-